Libera a tu pueblo (Ex 14, 1)
Nuevamente volvemos a encontrarnos para disponernos a orar con el antiguo testamento en Éxodo 14.
Había llegado el día anhelado. Dios le habló a Moisés desde la zarza ardiente y le dijo, ve y dile al faraón que “¡deje salir a mi pueblo!”, pero el faraón no estaba dispuesto a obedecer ninguna orden suprema que le hiciera perder su autoridad. Ese era su imperio y ningún “Dios de los hebreos” iba a derribar sus pirámides.
A medianoche Dios hirió de muerte al hijo mayor de cada familia egipcia, y también a las primeras crías de los animales. El faraón, sus funcionarios, y todos los egipcios, se levantaron esa noche, y hubo grandes gritos de dolor en todo Egipto. No había una sola casa donde no hubiera algún muerto. Esa misma noche el faraón mandó llamar a Moisés, y le dijo: -Váyanse, apártense de mi gente, tú y los israelitas pueden irse.
Existe un Dios que escucha el llanto del oprimido, que exige la justicia y ama a aquellos que hacen el bien.
Finalmente, el testarudo faraón se rindió. En aquel día, más de 600.000 familias judías que fueron oprimidas duramente, por más de 430 años de esclavitud, comenzaron su éxodo de Egipto hacia la tierra prometida con sus cabezas erguidas y cantando alegres canciones.
Cuando el faraón recibió el aviso de que los israelitas ya habían dejado Egipto, él y sus funcionarios cambiaron de parecer y ordeno su persecución, pero no para ser capturados, sino para darles muerte en el desierto.
En seguida el faraón, y los egipcios con todo su ejército, salieron a perseguir a los israelitas, y los alcanzaron a la orilla del Mar Rojo, donde estaban acampando. Cuando los israelitas se dieron cuenta de que el faraón y los egipcios se acercaban, se aterrorizaron y entraron en pánico. Moisés les habló: –No tengan miedo. Permanezcan firmes y observen bien a su alrededor, hoy Dios peleará por ustedes, porque nunca más volverán a ver a los egipcios–
Entonces, el Señor le dijo a Moisés: –Ordena a los israelitas que sigan adelante! Y tú, levanta tu bastón, extiende tu brazo sobre el mar, para que los israelitas lo puedan cruzar. En ese momento una ráfaga de fuego cayó del cielo y se extendió como un brazo impidiendo el paso a los egipcios, Moisés extendió su brazo sobre el mar, y Dios les abrió un camino. Por tierra seca cruzaron los israelitas, entre dos murallas de agua.
El fuego se extinguió y los israelitas apresuraron su paso, dejando objetos en el camino para poder correr, toda la caballería y los carros del faraón entraron detrás de ellos, y los persiguieron hasta la mitad del mar, donde el agua volvió a su cauce normal. Cuando los egipcios trataron de huir, fueron atrapados por el mar. Ni un solo soldado del faraón quedó vivo. Aquel día Dios salvó a los israelitas de los egipcios. Al ver los israelitas el gran poder que Dios había desplegado a favor de ellos, le mostraron reverencia y tuvieron confianza en él.
Esta es la historia de la liberación del pueblo de Israel. Cada uno de nosotros tiene su propio Egipto, ese faraón que nos oprime y lastima tanto, que nos persigue y quiere nuestra muerte, puedes ponerle nombre a tu faraón, quizá sea una carga muy pesada que vienes arrastrando por muchos años, pude ser un problema familiar, alguna adicción o un vicio que no puedes dejar fácilmente, no llevas una buena relación con tus hijos, con tu pareja, tienes problemas en el trabajo o en la escuela de los cuales no te puedes liberar.
Otros, experimentan su Egipto en forma de un gran vacío en su vida que no alcanzan llenar con nada, para otros su Egipto se manifiesta en forma de una condición o enfermedad en su cuerpo, para otros su Egipto es un pasado del cual no pueden deshacerse y dejar atrás.
La libertad es la gran posibilidad del ser humano, pero exige esfuerzo y sacrificio. Con mucha frecuencia, las personas y los pueblos no están dispuestos a pagar el precio que la libertad requiere y prefieren la esclavitud, la opresión. ¿Cuál es tu esclavitud de la cual necesitas ser liberado? Piensa en el problema más grande que tengas, yo tengo muchos, pero el más grande que tengas, que nos hace temblar, recuerda estas palabras: dile al faraón que “¡deje salir a mi pueblo!”, Dios es nuestra fuerza, si te apoyas en Dios (agarras tu cruz), es que eres invencible, piensa en tu problema más grande. Hay mucha gente que te ha abandonado en la vida, no necesitas un batallón para ganarle al faraón, el pueblo de Israel no hizo nada solo observaron, tú no estás solo en esto, Dios está contigo, hoy Dios peleará por ti.
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