Muera el día en que nací (Jb 3, 3-5 y 6, 2-13)
Hay muchos jóvenes de entre 15 y 20 años de edad que han intentado quitarse la vida, por lo menos una vez, es un gran número de jóvenes que ya no ven un futuro de sus vidas y que prefieren suicidarse, antes de seguir viviendo en la miseria en que se encuentran. Las adicciones, la soledad, el sufrimiento y la desesperación suelen llevar a los jóvenes a tomar esta decisión de quitarse la vida, y ¿puede una madre sobrevivir el suicidio de un hijo? no hay duda de que la muerte de un hijo es el dolor más devastador, y el tipo de muerte trae un impacto tormentoso; pero, sólo una mirada trascendente es capaz de encontrar el sentido aún en medio de las graves dificultades de la vida. En el libro de Job capítulo 3 del 3 al 5 y en el capítulo 6 del 2 al 13 encontraremos esto que dice:
Lectura: Job 3, 3-5 y 6, 2-13
Muera el día en que nací, que se vuelva tinieblas, tinieblas. Porque no morí cuando salí del vientre, ahora tranquilo dormiría en paz. Lo que más temía eso me sucede, vivo sin paz, sin descanso. Si se pudiera pesar mi aflicción, sería más pesada que la arena, ojala se cumpla lo que pido, que Dios se digne quitarme la vida. Que fuerzas me quedan para resistir, qué futuro hay para tener paciencia, ya no encuentro apoyo en los que amo, muera el día en que nací. Cuando apartaras de mí tu vista, si he pecado que te hecho a ti, centinela del hombre. Palabra de Dios
Mensaje de consolación
Somos tan frágiles que todos tenemos necesidad de consolación. A todos nos llega el ser sacudidos. Esto puede llevar incluso a estremecer la fe y que se apague la esperanza. La persona en desolación encuentra alivio cuando tiene la oportunidad de contar y compartir lo que lleva en su interior. Las lágrimas tienen mil significados. Las hay de emoción, de alegría, de gozo, de ternura, pero también de rabia, de lamentación, de desesperación, de amargura, de arrepentimiento, de tristeza. A nosotros nos toca acogerlas en silencio, respetarlas y tratar de descubrir lo que expresan y lo que hay tras ellas.
Nadie puede conocer o saber si el suicidio hace que la persona se vaya al infierno. Además que la Iglesia no enseña eso, la misericordia de Dios es muy grande. El suicidio es como una huida, una renuncia y un miedo a enfrentar una realidad dolorosa, pero San Pablo nos dice en la carta a los Romanos que: «Nadie vive ya para sí, ni nada muere ya para sí. Porque vivir es vivir para el Señor; por lo cual Cristo murió y resucito. Así que, en vida o muerte, somos del Señor» (Rm 14, 7-8).
En el Evangelio Según San Mateo capítulo 27, versículo 3 dice: Cuando Judas el Traidor supo que Jesús había sido condenado se llenó de remordimiento y devolvió las 30 monedas de plata a los Jefes de los Sacerdotes y a los Jefes Judíos y les dijo: He pecado, he entregado a la muerte a un inocente; pero ellos le contestaron: -Qué nos importa eso a nosotros, es asunto tuyo- entonces, él arrojando las monedas en el templo se marchó y fue a ahorcarse.
Judas Iscariote se ahorco, habrá ido al infierno, habrá ido al cielo, solamente Dios lo sabe, porque hasta el último segundo, hasta el último instante de nuestra vida Dios va hacer todo lo posible para que nosotros nos arrepintamos y vengamos a los pies de Jesús, en el caso de Judas lo vendió, pero en caso nuestro también cuando tú y yo cometemos pecados hacemos exactamente lo mismo, de ahí la importancia de mantenernos como espejos limpios y transparentes, para que más y más cuando te vean a ti o me vean a mí, puedan ver a Jesús en nosotros.
La muerte por suicidio es terrible, pero Jesús en su misericordia va a buscar hasta el último momento como lo hizo con el buen ladrón, porque Dios no quiere que ninguna persona, ningún hijo suyo se pierda, un hijo que se pierde es el sacrificio de Jesús que no tiene sentido para esa persona, Jesús va a buscar la forma, aun cuando la persona se ha quitado la vida y para el momento de gracia en el último segundo esa persona se puede arrepentir y Jesús puede decir: Hoy mismo estarás conmigo en el paraíso.
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