¿Quién te separará de mi amor? (Rm 8, 35-39)
En esta ocasión vamos a orar en la carta a los Romanos capítulo 8, versículos del 35 al 39 escrita por San Pablo apóstol, donde nos recuerda que nada ni nadie te podrá separar del amor que Dios te tiene, a pesar del error.
Oración a Dios Espíritu Santo
Recibe, ¡oh Espíritu Santo!, la consagración perfecta y absoluta de todo mi ser, que te hago en este día para que te dignes ser en adelante, en cada uno de los instantes de mi vida, en cada una de mis acciones: mi Director, mi Luz, mi Guía, mi Fuerza y todo el Amor de mi corazón. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Lectura: Rm 8, 35-39
35 ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿El sufrimiento, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada? 36 Ya lo dice la Escritura: Por tu causa estamos expuestos a la muerte cada día; se nos considera como a ovejas destinadas al matadero. 37 Pero Dios, que nos ama, hará que salgamos victoriosos de todas estas pruebas. 38 Porque estoy seguro que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni otras fuerzas sobrenaturales, ni lo presente, ni lo futuro, ni poderes de cualquier clase, 39 ni lo de arriba, ni lo de abajo, ni cualquier otra criatura podrá separarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor. Palabra del Señor
¿Quién te podrá separar del amor de Dios? ¿Cuáles son las cosas que te separan de Dios? recuerdas alguna, quizá la escuela, el trabajo, alguna dificultad, algún momento de odio, de envidia, de venganza, de burla. ¿Qué queda después de que hemos fracasado en algún proyecto? ¿Qué queda cuando nuestras pretensiones han quedado anuladas? Queda lo que nos ha sucedido, porque nadie nos lo puede quitar, ni siquiera nosotros con nuestras desilusiones, enfados o corajes. Queda un hecho que nos ha sucedido.
En una ocasión cuando Napoleón Bonaparte tuvo la oportunidad de entrar por primera vez a Roma, se presentó en un salón donde estaban reunidos todos los cardenales para la oración, les grita este militar: -He venido a destruir la Iglesia. Imagínate gritando a Napoleón, queriendo apoderarse de todas las emociones de aquellos cardenales con su presencia y con el sonido fuerte de su voz. -He dicho, que he venido a destruir la Iglesia. Entonces a lo lejos se escucha una risa: -Voy a destruir la Iglesia, y otra vez que se deja oír la risa y más fuerte; Era un cardenal viejito al que Napoleón le preguntó: -Y tú por qué te ríes. No me crees capaz. En eso el carnal le respondió: -Es que, ni nosotros, no sé cuántos siglos, pero ni nosotros hemos podido destruirla. Hermana Glenda (2008).
Podemos decir, con más conciencia que nunca, después de todos los desafíos que hemos afrontado: ¿Quién nos separará del amor de Cristo? No es que San Pablo no tuviera que afrontar dificultades enormes, pero ellas le llevaron a esta certeza: ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación?, ¿La angustia?, ¿La persecución?, ¿El hambre?, ¿La desnudez?, ¿El peligro?, ¿La espada?; como está escrito: por tu causa nos degüellan cada día, nos tratan como a ovejas de matanza. Pero en todo esto vencemos de sobra gracias a aquel que nos ha amado. Pues estamos convencidos de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni principados, ni presentes, ni futuros, ni potencias, ni alturas, ni profundidades, ni ninguna criatura podrá separarnos del amor que Dios nos ha manifestado tener en su hijo Jesús Cristo.
Comentarios
Publicar un comentario