La cruz de Jesús (Jn 12, 28-32)


Una vez más te saludo gustosamente para iniciar juntos este tiempo de Semana Santa, es el momento más intenso del año litúrgico y nuevamente estamos invitados a vivirla. Éste tiempo es para acompañar a Jesús sintiendo el dolor con el que nos amó y sintiendo que Él comparte tu dolor y el dolor de todos los que sufren: enfermos, ancianos y abandonados. Tendremos la oportunidad de hacer con cariño el viacrucis y ese día a las tres de la tarde, en donde estés, trata de estar en silencio para adorar al que murió por nosotros en la cruz, con toda devoción y conmemora el momento en que todos fuimos amados, como dijo San Juan: «Hasta el extremo».

Oración inicial 
Por el dolor creyente que brota de mi pecado, por no haberte querido de todo corazón, por haberte, Dios mío, tantas veces negado, con súplicas yo te pido, de rodillas, perdón. Por haberte perdido, por no haberte encontrado, porque es como un desierto nevado mi oración; porque es como la hiedra sobre un árbol cortado el recuerdo que brota cargado de ilusión. Porque es como la hiedra, déjame que te abrace, primero amargamente, lleno de flor después, y que a ti, viejo tronco, poco a poco me enlace, y que mi vieja sombra se derrame a tus pies. Amén

Lectura: Jn 12, 28-32
28 Padre, glorifica tu nombre. Entonces se oyó esta voz venida del cielo: —Yo lo he glorificado y volveré a glorificarlo. 29 De los que estaban presentes, unos creyeron que había sido un trueno; otros decían: —Le ha hablado un ángel. 30 Jesús explicó: —Esta voz se ha dejado oír no por mí, sino por ustedes. 31 Es ahora cuando el mundo va a ser juzgado; es ahora cuando el que tiraniza a este mundo va a ser arrojado fuera. 32 Y yo una vez que haya sido elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí. Palabra del Señor.

Mensaje de consolación
Somos un sueño irrepetible de Dios hecho realidad, te das cuenta, «irrepetibles» nadie tiene el iris de tu ojo y aunque tu digas que eres otra persona, no se puede engañar a nadie, mírate tu huella dactilar, es única, con ella te identifican porque no hay otra persona en el mundo que tenga tu misma huella. Somos una pieza única y de infinito valor, pero el enemigo, por nuestra debilidad y la fuerza del ambiente, se ha venido a adueñar de nuestras almas y es cuando nos perdemos. De hecho quizás en este momento tu y yo tenemos méritos para el infierno, sin embargo, tenemos el sacramento de la reconciliación. Por ejemplo, quién de nosotros es o ha ido con algún brujo, quién ha estado en otra religión, quién se ha leído y creído los libros de la metafísica, quién se ha olvidado de Dios y no ha ido a misa por más de un año, quién decidió no ir a misa la semana pasada por pura flojera, quién ha cometido adulterio con su pareja, quién ha fornicado, quién ha mentido sobre cosas graves y serias, quién ha tomado algo que no es suyo, quién no ha hablado mal del prójimo en el último mes. La Biblia dice todos pecaron y todos perdieron la gloria de Dios, pero sucedió una cosa extraordinaria, Cristo murió por nosotros en la cruz.

La cruz es la gloria de Jesús. ¿A quién le gusta levantar la basura? basura podrida y con gusanos. Te imaginas estar bien cómodo en tu casa, haciendo lo que más te gusta y de repente te llama tu Papá para que vayas a recoger la basura. Cristo cuando obedeció al Padre y vino a salvarnos, dejó la gloria del cielo y se hizo hombre: «Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre». Jesús decidió que tu fueras justo y Él pagar toda la culpa; como dice en la Biblia: «Maldito todo el que cuelga de un madero». Cristo asumió sobre Él, la maldición que nos esperaba, fue juzgado y condenado a la muerte, por eso se desesperaba, gritaba y lloraba en el huerto de Getsemaní: «Padre, líbrame de este cáliz de dolor, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya» y el Padre te prefirió a ti y a mí.

Mira la foto que te comparto en esta oración, contempla a Jesús crucificado, porque mira, solo para coger un poquito de aire, Jesús, tenía que apoyarse en el clavo de los pies, y solo para decir esto tan impresionante: —Padre, perdónalos, no saben lo que hacen conmigo; San Pablo dice:  —Si lo hubieran sabido, jamás hubieran crucificado al autor de la vida. Jesús brinda perdón a los que se ríen de Él, brinda perdón a los que se alegran de su muerte.

Aprendamos a no ser tan exigentes, ni tan duros, sino a ser misericordiosos como nuestro Padre del cielo. Todos somos débiles, somos una piedra de tierra y en esta piedra de tierra que soy tengo un futuro, una esperanza, porque Dios pago todo por tí y por mí, y Dios puede hacer una piedra preciosa con nosotros, por eso, es en la cruz donde comenzó nuestra amistad con Dios, es ahí donde empezó todo entre Dios y tú. Preparémonos para estar ahí, acompañando al amigo verdadero, piensa que quizás sea el último año para estar con Él en uno de los momentos más importantes. El Papa Francisco nos invita a “salir de sí mismos para estar al lado de los heridos por la vida, compartir con quien carece de lo necesario, permanecer junto al enfermo, al anciano, al excluido”, de ésta manera estaremos acompañando a Jesús, así como un día estuvieron Juan y la Virgen María al pie de la cruz.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Jesús sana a un sordomudo (Mc 7, 31-36)

Todavía no se manifiesta quien eres (Jr 1, 4-10 y 20, 7-9)

¿Qué tienes tú que ver con nosotros, Jesús Nazareno? (Lc 4, 31-37)