El final de un gran día (Mt 14, 22-33)
Piensa en alguna mala noticia que hayas recibido. Hay algunas malas noticias que las podemos enfrentar sin problema, pero hay otras que no, porque son derribadoras y es seguro que solos no podremos salir adelante. Recuerdo cuando recibí una mala noticia que hizo temblar mis rodillas, mi vecino con el cual jugaba desde que éramos unos niños había fallecido. Y Jesús también recibió malas noticias, una fue que su primo Juan el Bautista había muerto —le ha matado Herodes—, Jesús se deprime, porque es un ser humano además de ser Dios. Él quiso irse de retiro con sus discípulos para reponerse y entonces se van al otro lado del lago. La noticia se esparció rápidamente, se juntaron 5000 personas y lo siguieron a pie. Al llegar Jesús, los ve y se pasa todo el día predicando, sanando a los enfermos y después hace la multiplicación de los panes y de los peces, todos comen hasta saciarse. Después los despide y sube a la montaña para orar.
Oración a Dios Espíritu Santo
Oh Dios Espíritu Santo, aumente en mí cada día más la fe en la oración, con la seguridad de que siempre me escuchan, Él que atiende las oraciones humildes y perseverantes de sus hijos y no deja nunca de darnos las gracias más convenientes para nuestra santificación y nuestra salvación. Y que, por eso, al pedir a Jesús que me cure, no me falte la fe en que, si es para mi bien, me lo concederá. Amén.
Lectura: Mt 14, 22-33
22 En aquel tiempo apenas multiplico los panes, Jesús obligó a sus discípulos para que subieran a la barca y pasaran antes que él a la otra orilla, mientras se encargaba de despedir a la multitud. 23 Después, subió a la montaña para orar a solas. Y al atardecer, todavía estaba allí, solo. 24 La barca ya estaba muy lejos de la costa, sacudida por las olas, porque tenían viento en contra. 25 A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el mar. 26 Los discípulos, al verlo caminar sobre el mar, se asustaron. «Es un fantasma», dijeron, y llenos de temor se pusieron a gritar. 27 Pero Jesús les dijo: «Tranquilícense, soy yo; no tengan miedo. 28 Entonces Pedro le respondió: «Señor, si eres tú, mándame ir a tu encuentro sobre el agua». 29 «Ven», le dijo Jesús. Y Pedro, bajando de la barca, comenzó a caminar sobre el agua en dirección a él. 30 Pero, al ver la violencia del viento, tuvo miedo, y como empezaba a hundirse, gritó: «Señor, sálvame». 31 En seguida, Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?». 32 En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. 33 Los que estaban en ella se postraron ante él, diciendo: «Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios». Palabra del Señor
Mensaje de Consolación
En la tarde, ya que las personas se habían marchado, Jesús reúne a sus discípulos y los hace subir a la barca para que se adelantaran y en seguida se fue a la montaña a orar, mientras que la barca sacudida por las olas se alejó rápido de la costa, era de noche, pero Jesús los trepo ahí y él se fue a orar dejándolos en un abandono aparente porque Dios nunca abandona, porque él estaba rezando por ellos «¡Jesús ora al Padre por nosotros, día y noche!». En eso se suelta una tormenta y cuando el mar se enfurece, Jesús camina sobre el agua —esto tuvo que ser impresionante, tú te imaginas en el mar un relámpago y de pronto vez la figura de un hombre—, los discípulos decían que era un fantasma, estaban asustados o mejor dicho, estaban llenos de terror y Jesús les grita: —Muchachos, cálmense. —Tranquilícense, Soy Yo; no tengan miedo. Tal vez estas sean las palabras que tú necesitas oír ahora, porque a lo mejor tú tienes un problema muy grande en tu casa y esa es tu tormenta, a lo mejor tú tienes una enfermedad muy grave y esa es tu tormenta, a lo mejor un problema interno porque te sientes herido, abandonado, triste o desanimado. Tú crees que Jesús está lejos, que Jesús te ha olvidado y te preguntas —¿Por qué el Señor me permitió a mí meterme en esto? ¿Qué hago yo en esto?, y en medio de tu tormenta el Señor te dice: —No tengas miedo, tranquilízate, cálmate.
Cuando los discípulos ven a Jesús caminando, Pedro le dice: —Señor, si eres tú, mándame ir a ti sobre el agua. Éste Pedro era un loquillo, pero a Dios le gusta la gente loquilla, que quieren disfrutar la vida, que son aventadas. Se imaginan a Pedro dando sus primeros pasos sobre el agua y sentir como el agua pasaba por debajo de los pies y él no se hundía. Iba caminando, pero de repente le entró una pequeña brisa por detrás y sitió frío, entonces pensó: «Pero qué hago yo aquí», en eso se despierta la lógica humana de que nadie puede caminar sobre el agua «esto es imposible» y comenzó a dudar y cuando tu empiezas a dudar, te empiezas a hundir. Piensa en la fe de Jesús al Padre, cuando vio a un leproso y le dijo: —Si quiero, quedas limpio; cuando vio a un paralitico y le dijo: —Levántate y vete a tu casa; cuando vio a un ciego y dijo: —Lávenle los ojos, y en seguida vio. En medio de tu tormenta, que si es un problema familiar, una enfermedad o la muerte de un pariente, levántate y ponte en manos de Dios y mira para adelante. La mayoría de la gente le tiene miedo a la muerte, pero Jesús venció la muerte ¡Él resucitó!, no es de que vive en nuestra mente, el sepulcro quedó vacío y Él está vivo de verdad, así que no tengas miedo porque nada es imposible para Dios. Pedro, que tuvo el error de dudar, tuvo el acierto de gritar y si tu fe no es muy fuerte, puedes decirte a ti mismo —No tengas miedo, y grita como Pedro. Finalmente Jesús toma a Pedro de la mano y se suben a la barca, y ya se acabó la tormenta.
Éste es el final de un gran día, Jesús calma la tormenta, esa tormenta de la que pensabas que nunca saldrías o que nunca se terminaría. Nosotros vemos las cosas más grandes de lo que son y hadamos con ese miedo del qué va a pasar mañana, qué va a ser de mi vida. Hoy en día hay muchos ladrones de esperanza, de alegría y de paz, y eso ocurre si nosotros lo permitimos. Y a partir de ahora: Siéntete amado en lugar de abandonado, siéntete seguro y protegido en vez de sentir miedo, siéntete fuerte en vez de sentir rabia o impotencia, siéntete sereno en lugar de sentir tristeza y siéntete alegre en vez de desanimado. Ningún discípulo se quedó con miedo después de que escucharon a Jesús decir: —No tengan miedo, Soy yo.
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